jueves, 8 de febrero de 2007

Yo no busco la felicidad

Casi es hora de salir de la oficina. Doy un último vistazo a mis cuentas de correo electrónico mientras escucho en la laptop unas canciones que un amigo me compartió y que ya no se consiguen porque ya no venden esos discos desde hace varios años. Cuando salga voy a subirme a mi automóvil (que, por cierto, estará a la venta en algunas semanas más) y a manejar 35 km hasta mi casa. Mis hijos muy probablemente aún no estarán dormidos, así que podré verlos, jugar futbol un rato con el más pequeño y platicar con mis hijas. Cuando se hayan dormido conversaré con mi esposa y haremos planes para este fin de semana. Tal vez alcance a ver un rato la televisión: Monk o Dr. House, no sé cuál pasan hoy. Nada extraordinario, pero todo importante.

Hace unos días fui con Esmeralda a ver la película "The pursuit of happyness" ("En busca de la felicidad"). Pocas películas me han conmovido como ésta. No la voy a contar, no se preocupen, al menos nada que no venga ya en una reseña. Mejor vayan a verla, la recomiendo. Lo que sí puedo compartir es que me hizo recordar una etapa de mi vida. Definitivamente no me pasó lo mismo que a Chris Gardner, pero estuve en una situación similar al encontrarme repentinamente sin empleo, con mi esposa y una hija pequeña, y esforzándome por entrar a trabajar a un lugar sin tener todos los conocimientos para desempeñar el puesto, pero con entusiasmo y muchas ganas de salir adelante. Hice todo lo que estuvo a mi alcance por demostrar que podría con el trabajo, que sólo necesitaba una oportunidad para demostrarlo. Me pasaba los fines de semana leyendo los manuales, y los demás días me dormía tarde por estar estudiando, con tal de no fallar. Esa determinación fue crucial, ahora lo entiendo, para conseguir lo que vino después. No tengo abundancia, pero vivo tranquilo (en lo que cabe, claro).

Estoy valorando todo lo que tengo, que me ha costado mucho esfuerzo conseguir. Recuerdo esos días cuando el dinero se me acababa y aún no conseguía el empleo, e iba a un examen, luego a otro, durante el proceso de evaluación para ver si me aceptaban, mientras mandaba un currículum tras otro a una empresa y a otra. Todo el esfuerzo ha valido la pena, no me quejo.

Por lo pronto me siento feliz. Tengo más de lo que había pensado (y no estoy hablando de cosas materiales, que de por sí tienen su importancia). Aún en esas noches cuando me desvelo estudiando me pongo a pensar y recuerdo que todo tiene recompensa, y lo hago con gusto. Dejo el libro, me asomo a la recámara, veo a mis hijos dormir tranquilos y pienso que no necesito buscar la felicidad... ahí está, durmiendo tranquila, soñando, e irá a la escuela mañana con sus mejillas rosadas.

Yo no busco la felicidad, pues vive en mi casa. ¿Qué más puedo pedir?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Romeo.

Sabes, te deberías de dedicar a escribir un libro… el leer lo que escribes es muy ameno y siempre se aprende algo de ti, creo lo sabes de sobra, pero es bueno reconocerlo y decírtelo. Ayer vi la película que recomendaste, realmente es muy conmovedora… se presentan situaciones tristes pero a la vez motivantes… sobre todo una parte de la película (que obviamente tampoco voy a contar, para que la vean) que me recordó una vez que me comentó un amigo muy querido, que si a él le decían que no iba a poder, entonces era cuando se empeñaba en demostrar que él si podía y eso es lo que le dice Chris a su niño: nunca dejes que te digan que no puedes hacerlo, sólo porque la otra persona no pudo.

Es verdad, muchas veces buscamos la felicidad sin percatarnos que la tenemos más cerca de lo que creemos… en nuestro propio hogar.

Cuídate.