jueves, 20 de diciembre de 2007

Diez años en su mirada

La conocí la mañana de un domingo. Me gustaron su mirada, su sonrisa y su cabello negro, largo y ondulado. Luego, al oirla hablar, me gustó el timbre de su voz y la sencillez con la que hablaba. Ese día sólo nos saludamos, nada más. Algunas veces buscaba su compañía y trataba de coincidir con ella, con cualquier pretexto. Un día le dije que la acompañaría hasta su casa y me permitió no sólo eso, sino acompañarla en su vida. Pronto descubrimos que amar es una decisión más que un sentimiento derivado de la atracción (y vaya que sí me gusta), y decidimos amarnos. Aún cuando pasamos algunos momentos muy difíciles de enfermedad y pérdida hemos estado juntos a cada paso, y no puedo imaginar ahora mi vida sin ella.

Después llegaron ellos: esos traviesos que alegran y dan vida a la casa, que juegan y sueñan todo el día. Estoy seguro que ni ella ni yo los imaginamos así. Cuando los escucho reir, la escucho a ella. Ellos tienen la misma alegría de vivir que ella siempre ha tenido y que me ha inspirado. Ellos tienen su sonrisa, la sonrisa que me llena de ánimo. ¿Cómo puedo resistirme a tanta ternura?

Hoy, después de todos estos años, no cambiaría por nada aquél instante en que me dijo "sí", aquél primer beso que nos robamos mutuamente, aquellas noches esperando el transporte a su casa, los furtivos roces de manos, los sueños del futuro ni las conversaciones en la entrada que ninguno quería que terminaran. Todo eso forma parte de mi vida y mis recuerdos, y cada vez que ella me mira, de esa forma que sólo ella conoce, esos recuerdos vuelven a mi y me doy cuenta de que nada podría cambiar lo que siento por ella.

Hubiera querido darle algo especial en este día, algo que nunca olvidara, pero no supe qué. Ya una vez le regalé una canción, y ahora sólo tengo mis palabras. Lo único que puedo decirle es que hoy, igual que hace diez años, sigue siendo el deleite de mis ojos, quien cautivó y sigue cautivando mi corazón con una mirada.

Gracias, amor, por dejarme vivir diez años en tu mirada.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Introspección retrospectiva en 32 años de existencia

Hace unos días (cerca de mi cumpleaños 32) recibí un cuestionario para responder y, de esa manera, algunos de mis compañeros de trabajo pudieran conocerme un poco más. Llené el cuestionario y lo envié. Nadie comentó nada (creo que mis respuestas fueron impactantes :-D), y pensé en extender un poco más el alcance del cuestionario, así que escribo a continuación una versión adaptada para Internet (hay cosas que no se pueden decir en estos foros, ustedes comprenderán, pues la ingeniería social y la obtención de conocimientos por información confidencial publicada en sitios públicos van de la mano en este mundo inseguro).

Mi nombre ya lo saben: me llamo Romeo A. Sánchez López (una señora hace poco me regañó por no haber dado mi segundo apellido cuando me preguntó mi nombre: "también tuviste madre" -me dijo. "La tengo, señora" -repliqué) y nací en 1975 en la Ciudad de México, pero mis papás tuvieron la ocurrencia de registrarme como nacido en el estado de Guerrero (creo que ni ellos mismos saben por qué). Como quiera soy mexicano, nacido en tierra azteca, criado en tierra mixteca, pero con costumbres zapotecas (no se dejen engañar por mis apellidos españoles, pues el mestizaje en México es un hecho innegable). Tengo dos hermanas y yo soy el mayor de los tres.

Siendo francos, yo debí ser un niño bastante aburrido (para los demás quizá, porque la verdad es que nunca me he aburrido conmigo mismo :-D). Recuerdo que mi papá, preocupado porque yo pasaba mucho tiempo encerrado en mi recámara leyendo, salía a la calle a invitar a otros niños para que fueran a la casa a jugar conmigo. Después de eso sólo recuerdo a los niños de la colonia divirtiéndose con mis juguetes, tanto que no me dejaban leer con tanto escándalo. También fui un niño enfermizo por varios años, pues enfermaba de asma frecuentemente hasta los 12 años (sólo en una ocasión tuve que ser internado en un hospital, y me gustaba que me dieran de comer "pavo y gelatina"). Si pudiera cambiar algo de mi niñez, me hubiera gustado haber jugado más.

No me están preguntando por mis habilidades, que son varias, pero una de ellas no es precisamente hablar de mis habilidades (¡qué paradoja!). Aunque hay un proverbio que dice: "alábete el extraño y no tu propia boca", respondo con la mayor sinceridad posible (¿eso es una habilidad, una cualidad o una debilidad?): tengo cierta habilidad para la música, para tocar instrumentos musicales, con o sin partitura (tengo buen oído musical). También tengo excelente ortografía (nunca uso el corrector ortográfico de los procesadores de palabras). Me han dicho también (y me gusta creerlo) que tengo habilidad para enseñar, aún esos temas complicados que de repente debo exponer. Sé dibujar historietas (tengo incluso los personajes para hacer una, pero nunca he tenido la motivación para concretarla). Creo que ya son todas (si alguien me conoce otra, por favor coméntela). De las que me gustaría tener, me gustaría saber nadar, por lo menos lo suficiente como para no ahogarme si llego a naufragar. También desearía tener una mejor memoria y ser más organizado. No practico deportes, nunca he podido, pero me gusta el ajedrez (soy aficionado, nada profesional). Me gusta mucho leer, ver películas de suspenso; acabo de comprar "Firewall", con Harrison Ford, pero de las películas clásicas me gustan “Short Circuit”, “War Games”, “Back to the Future” y “Star Wars".

Hay varias cosas que me agradan y me llenan de satisfacción. Una de ellas es ver jugar a mis hijos y platicar con ellos. Me gusta mucho salir de viaje, especialmente a la playa. Me gusta ver reír a mis papás. Me gusta la coca-cola con hielos en vaso desechable. Me gusta ir al cine sólo por comer palomitas. Me gustan los días fríos, nublados y con viento. Cuando leo y escribo, me gusta estar solo. Me gusta escuchar música jazz, especialmente en las tardes de lluvia o cuando voy solo en el auto por las noches. Me gusta la comida de Oaxaca. Me gusta ir a una librería y pasar la tarde hojeando libros (no siempre puedo comprar todos los que quisiera). Si quisiera y pudiera tener una mascota, me gustaría tener un pingüino. Las cosas que no me agradan son las llamadas telefónicas de madrugada (o cualquier evento que interrumpa mi sueño), el humo del cigarro, llegar al cine cuando ya comenzó la película, que prendan la luz del cine cuando todavía no terminan de pasar todos los créditos, que me regalen libros sin dedicatoria, la imprecisión para dar indicaciones, la gente abusiva e injusta, la cebolla, los textos escritos con mala ortografía (aunque soy muy tolerante al respecto).

Siempre que alguien me pregunta qué hago en mi trabajo, sufro. Esta pregunta tiene dos posibles respuestas, referentes a mi trabajo principal: una para los entendidos en las artes ocultas de la informática y otra para los neófitos o para la gente normal (que no han caído tan profundo en las garras de los bits y bytes). Para los primeros, hago algo de todo en temas de tecnologías de información: algo sé de programación, algo de redes, algo de sistemas operativos, algo de seguridad, algo de arquitecturas, mas lo que se requiera saber (si no lo sé, lo investigo… ¡gracias, Google!). Para los segundos, me la paso todo el día y gran parte de la noche frente a una computadora conectada a Internet, haciendo cosas que nadie del mundo exterior entiende (quienes, por cierto, tampoco entienden por qué casi siempre estoy conectado al Messenger y aún así no puedo ponerme a chatear), por más que intento explicarlo con palabras sencillas. En mi trabajo secundario (porque le invierto menos tiempo) me dedico a dar cursos de capacitación en tecnologías de información. Últimamente he estado dando cursos de redes de computadoras, pero también doy cursos de programación (principalmente Java), de seguridad de información y de Unix (Solaris, específicamente). ¿Lo ven? Sin querer ya estoy hablando tecnicismos.

Lo anterior me lleva a mis frases preferidas (tengo varias, aunque estas no son mías):
“Hay 10 tipos de personas en el mundo: las que entienden binario, y las que no”
“Me gustaría cambiar el mundo, pero no tengo el código fuente”

“El vaso no está ni medio lleno ni medio vacío: es el doble de grande de lo necesario”

Mis videojuegos preferidos han sido: en Atari, “Breakout”; en PC, “Digger”, los simuladores de vuelo y “King´s Quest”. Un tiempo me entretuve jugando clandestinamente con una copia de “Leisure Suit Larry in the Land of the Lounge Lizards”, sin que supieran mis papás (por eso fue clandestino). Llegué muy lejos en el juego y aprendí muchas cosas que se supone no debía saber a esa edad. ;-)

No considero esto un balance de mi existencia. Más bien es un vistazo breve a algunos aspectos de mi vida, que es poco menos que interesante para mucha gente, pero que al fin mía me devuelve de cuando en cuando los recuerdos que enriquecen cada día mi experiencia de vivir en este mundo.

Hasta luego.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Abraham Laboriel: 'groove', sencillez y amor de Dios


Qué noche. Yo tenía muchas ganas de ver tocar en persona a Abraham Laboriel, el músico al que más admiro desde hace muchos años. Me acompañó mi esposa. Llegamos media hora antes, e hicimos fila. Entramos a la sala donde sería el concierto y fuimos a nuestros lugares: elegí unos donde se pudiera ver directamente al bajista.

El concierto comenzó. Inició un grupo llamado "Tercer Cielo". Tocan bien, por cierto. Después de tres canciones subió Álvaro López y su banda. Tocaron otras tres canciones y llegó Abraham... Abe. Dijo unas palabras de agradecimiento con su voz llena de ternura, me hizo llorar, e hizo una oración de agradecimiento a Dios por estar ahí. Yo también agradecía a Dios por estar ahí, por poderlo escuchar.

Tomó el bajo. Tocó el bajo. Lo hizo cantar. Improvisó. Me hizo llorar de emoción. Fueron dos horas en las que se combinaron el groove del Jazz, la sencillez de corazón de Abe y el amor que irradia por Dios. No podía ser de otra manera. Tocó "Waterwings" y "Look at Me", dos de mis canciones favoritas. Antes de cantar "Look at Me" cantó una canción sólo con el bajo llamada "Oh, Lord, you´re Beautiful", que dice: "Oh Lord, You're beautiful Your face is all I seek. For when Your eyes are on this child, Your grace abounds to me", y que fue en la que se inspiró, junto con Vinnie Colaiuta, para escribir "Look at Me". Cada vez que Abraham habla, su voz se quiebra al compartir del amor de Dios, que él mismo ha experimentado. Cada vez que él toca, transmite la emoción de alguien que ha dedicado toda su vida a la música y a transmitir un mensaje de vida a los demás. Su sencillez fue algo que definitivamente no podré olvidar jamás.
Salimos esa noche del concierto impresionados pero también con mucha paz, como dijo un amigo que estuvo también esa noche. Termino esta narración con una frase que me ganó Larry Carlton: "Hay muchos grandes intérpretes de bajo en este mundo, pero hay un, y sólo un Abraham Laboriel".
* Tomé algunas fotografías del evento esa noche, pero no fueron muy buenas (me falló mi asistente). Esta fotografía es del sitio oficial de ResQBand.

viernes, 14 de septiembre de 2007

La música y yo

Hace varios meses desde mi última entrada, lo sé. Qué imprudencia la mía, y no es que no tenga nada qué decir, sino todo lo contrario: creo que cada vez tengo más cosas en mente y menos tiempo para concretar algo y escribirlo. Lo importante es no perder a mis 2 lectores (casi alcanzo a Catón, que tiene 4).

Meses atrás, un amigo muy querido me sugirió, en uno de los comentarios del blog, que hablara de la música. Él sugirió el tema, supongo yo, porque hace algunos años tuvimos la oportunidad de tocar juntos en el mismo grupo musical; él tocaba la guitarra eléctrica y yo el bajo eléctrico (y mi esposa cantaba). Sin duda, una de las cosas qué más disfruto es la música. No sólo escucharla, sino también tocarla. Para los que no sepan, comencé a aprender música desde los 11 o 12 años, y en la actualidad sé tocar algunos instrumentos: el piano (y sus derivados, incluyendo los sintetizadores y hasta la marimba, ¿cómo la ven?), las guitarras (eléctricas y acústicas), el bajo eléctrico (o bass), la batería (me defiendo, me defiendo) y el saxofón (tengo un sax alto que compré por Internet hace tiempo, y que es la delicia de mis vecinos: en cuanto comienzo a tocar, ellos le suben el volumen a su música... no sé por qué). ;)

Me gusta la música porque me vuelve expresivo y me hace capaz de decir lo que muchas veces con palabras no puede hacerse. Una vez me preguntaron qué instrumento me gusta tocar más, y la verdad es que tengo dos favoritos: el piano y el bajo eléctrico. ¿La razón? No la sé exactamente, pero creo que es porque el piano me ayuda a expresar mi parte sentimental, y el bajo eléctrico mi parte rítmica, no sé, algo así. Lo que sí sé es que desde niño me gustó la música; mis papás no son músicos, pero mi tío Israel sí. Ahora que lo pienso, creo que fue por él por quien me decidí a aprender música (él no lo sabe, por cierto). No he tenido la oportunidad de tocar con mi tío, pero quizá en algún futuro próximo.

También me gusta la música por toda la relación que guarda con las matemáticas. De hecho, la música está rodeada de matemáticas y física: las frecuencias y los armónicos, la división de compases y la duración de las notas, etc. No creo ser un "gran" músico (en cuanto a perfección de ejecución) ni mucho menos un "gran" matemático (en cuanto a... lo mismo), pero me considero un aficionado a ambas.

Lamentablemente todas las actividades que tengo que realizar durante la semana me dejan poco tiempo para tocar música. Sí la escucho, pero no es lo mismo. Si llego a tener tiempo, un día de estos quizá me anime a subir algún sampler para que lo escuchen y me den su crítica, pero no prometo nada.

Si hablamos de géneros musicales, el que más me gusta es el jazz, y Abraham Laboriel es el máximo bajista de todos los tiempos (para mi gusto, pero tienen que oirlo alguna vez en su vida, por favor). Hay una página no-oficial, pero con buena información sobre él en este sitio.

Ahora ya lo saben: para mi próximo cumpleaños un CD de Jazz sería una buena opción ;-). Justamente hace unos días fui a comprar mis boletos para el próximo concierto de Abraham Laboriel en Monterrey y escuché un CD de Jazz que me gustó mucho (se llama "Jazz & 80´s vol. II"). Por cierto, ¿no les había dicho que mi esposa y yo grabamos un cassette hace varios años? (No, ya revisé mis blogs anteriores y comprobé que no les había dicho). Pues sí, fue una grabación pequeña, como de 12 canciones y poco presupuesto, grabado en un estudio improvisado por las noches cuando salía de trabajar. Es sencillo, pero nos gustó. Posiblemente algún día hagamos algo más formal, pero será cuando tengamos un poco más de tiempo libre (y más presupuesto, claro).

Bueno, me aproximo a la Coda (musicalmente hablando, o tag, o fade out) y quiero terminar diciendo que si hay algo que realmente exprese mis emociones y estado de ánimo, es sin duda la música.

Hasta luego.

domingo, 17 de junio de 2007

Soy papá... ¡qué padre!

Hoy fue el día del padre, y esta mañana me despertaron mis hijos. Me despertaron con una canción y me dieron algunos regalos. Sus regalos siempre son muy significativos para mi, porque me hacen dibujos o me escriben cartas. Mi hija Naomi, por cierto, escribe muy bien; me sorprende su vocabulario tan amplio y su manera de redactar, aunque no debería sorprenderme mucho, pues ella es una lectora muy asidua. Hoy, precisamente, Naomi me escribió una carta y Karime y Arath me hicieron dibujos (Karime dibujó caballos, como siempre: tiene una romántica afición por los equinos). Mi esposa Esmeralda me dio también un regalo: me compuso una canción, ¿ah, verdad?. Me sorprendió porque no esperaba que ella me diera algo así, aunque yo sé que es una buena compositora. Entre los dos hemos compuesto unas quince canciones, y yo ya le había compuesto una a ella el día en que nos casamos. Este día fue muy emotivo, sin lugar a dudas.

Ser papá de tres niños ha sido una de las mayores y más importantes experiencias en mi vida. A mis 31 años he tenido el privilegio de ver cómo tres personitas van creciendo y adquiriendo su propia personalidad. Los tres han sido motivo de orgullo, de alegría y de satisfacción. Son pequeños, pero están aprendiendo a ser responsables y a disfrutar de la vida.

Sin embargo estoy consciente de que ser papá no es una tarea fácil. Mientras ellos crecen, yo debo crecer también con ellos. Se trata de enseñarles, de amarlos, de corregirlos y de protegerlos. De enseñarles a ser autosuficientes y a tener confianza en ellos mismos. La vida se ha vuelto cada vez más difícil, y sé que cuando crezcan se enfrentarán a un mundo mucho más complicado que el que me está tocando vivir. Por eso digo que ser papá no es fácil, y sin embargo no cambiaría por nada, absolutamente por nada, la responsabilidad de enseñarles ni el privilegio de escucharlos decirme "papi".

Hoy también hablé con mi papá. Me reconforta escucharlo, al menos por teléfono. Me gusta oírlo de buen humor. Me alegra escucharlo hablar con mis hijos: se vuelve otra persona cuando habla con ellos.

¡Qué padre es ser papá!

domingo, 25 de marzo de 2007

Más que una mascota

Yara era más que una mascota: era la compañía de mi mamá. Cuando ella se quedaba sola en casa (pues yo me había casado ya, y mis hermanas estudiaban la Universidad y no vivían en casa de mis papás, porque les quedaba lejos de la escuela), Yara le hacía compañía. Yara era una perra de raza Pastor Alemán que vivía con mis papás.

Mi mamá dice que Yara era como una persona, pues siempre que le hablaba, parecía como si entendiera lo que se le decía. En realidad a mi también me parecía que era muy "entendida". Se portaba bien con los niños, le gustaba mucho correr y era obediente. La palabra que mi mamá usa para referirse a ella es noble, "una perrita muy noble".

Yara llegó a nuestras vidas un día como hoy. Esmeralda y yo acabábamos de casarnos hacía pocos meses y ya esperábamos a nuestra primera hija. Antes de Yara, mis papás tenían una mascota, una perrita Fox Terrier que murió atropellada justo el día de mi boda, momentos antes de salir nosotros rumbo a la luna de miel. Todos nos sentimos muy tristes, pero especialmente mi mamá. Mi abuelita, mamá de mi mamá, murió al poco tiempo y la tristeza de mi mamá fue mucho mayor. Poco después, una alumna de uno de mis cursos ofreció regalarme una cachorrita Pastor Alemán, e inmediatamente pensamos en regalársela a mi mamá, pues quizá le ayudaría a aliviar un poco la tristeza y le haría compañía. Fue una gran decisión; Yara (así le puso por nombre) resultó ser la compañía que le hacía falta.

Yara estuvo con nosotros nueve años, hasta que enfermó. Ya no podía caminar y se la pasaba la mayor parte del tiempo dormida. Mi mamá ahora sufría al verla así, pues Yara había sido siempre muy ágil y juguetona. Hace sólo unos días Yara murió. Ese día fue muy triste para toda la familia. Cuando hablé por teléfono con mi mamá esa noche para tratar de consolarla, comprendí que Yara cumplió su misión: fue la compañía de mi mamá por nueve años y el perro fiel de la familia que amanecía a los pies de mis papás, y acompañaba a mi papá cuando iba a comprar el periódico; que podía estar al lado de mi mamá toda la tarde a cambio de una caricia en la cabeza, unas palabras cariñosas y una comida preparada especialmente para ella. Creo que su cariño siempre fue bien recompensado, y que el recuerdo de sus momentos felices estará siempre con nosotros.

Por todo eso Yara fue más, mucho más que una mascota.

jueves, 8 de marzo de 2007

Hribana' lii stale

"Te extraño mucho", en zapoteco. La lengua zapoteca es una de las más bellas lenguas de México, se habla en Oaxaca y es la que habla mi mamá. Desde niño la escuchaba hablar con mis tías y no entendía nada. Eso no ha cambiado, aún la escucho hablar en zapoteco y no logro entender más que unas cuantas frases, pero para mi es suficiente con oírla, aunque no comprenda.

"Aunque no comprenda...", lo dije como si siempre hubiera comprendido todo lo que me decía, y en español, pero la verdad es que no es así. No comprendemos lo que nuestras madres nos dicen, hasta que somos mayores y queremos que nuestros hijos entiendan eso mismo que nosotros no pudimos o no quisimos comprender. Ella siempre ha sido como muchas mujeres que tienen la enorme responsabilidad de cuidar que sus hijos sean hombres y mujeres de bien, educarlos, estar al pendiente de que hagan sus tareas, después de haber ella trabajado todo el día, ya en la oficina o en su casa, y que aún después de haber hecho todo eso se da tiempo para escucharlos y aconsejarlos. Sólo una mujer puede hacer todo eso.

Es precisamente ella quien me enseñó muchas cosas de la vida, a valerme por mi mismo, a esforzarme, a aceptarme tal como soy y a no sentirme intimidado frente a los problemas. Así son las mujeres del sur de México. Así es ella, una mujer que trabajó desde niña y que ha sufrido, pero que por su forma de hablar y sonreir pareciera como si sus alegrías hubieran sido mayores que sus penas. Eso es lo que yo quiero creer, y quiero hacer que sus alegrías sigan siendo muchas.

La extraño mucho, aunque le llamo por teléfono con frecuencia. La distancia hace más evidente la falta que me hace. Extraño esas ocasiones cuando platicábamos en la noche, mientras todos dormían, y le podía contar tantas cosas. Extraño cuando ella regresaba de la oficina y me llevaba un dulce. Extraño su mirada, tan profunda y tierna, que me dice tanto sin una sola palabra. Extraño sus comidas repetidas, porque sabía cuánto me gustaban, y todavía. Extraño su risa, sus historias tantas veces contadas, pero que ella las cuenta como si yo nunca las hubiera escuchado, aunque me las sé de memoria. Extraño sus palabras, que son las mismas palabras de su mamá, mi abuelita, y que, quizá inconscientemente, son las mismas palabras que ahora les digo a mis hijos.

Ella va a leer estas líneas pronto. Para ella (para ti) son estas palabras de su hijo mayor: "Nñaa, hribana' lii stale. Lii nga nannú pabiá nga nadxié lii".

viernes, 2 de marzo de 2007

No estoy, pero deja tu mensaje después del tono...

Últimamente no he tenido oportunidad de escribir algo que valga la pena compartir; no se trata de escribir por escribir, pues siento un profundo respeto por el tiempo que cada uno de ustedes dedica para leer mis líneas (algo que agradezco de verdad). Algunos me lo dicen personalmente y otros poquitos lo ponen por escrito. De cualquier manera, muchas gracias.

Pero tampoco quiero que crean que ya me olvidé de actualizar mis weblogs o que ya se me acabaron las palabras (créanme, aún tengo muchas, muchísimas), sino que estoy pasando por una etapa de alta (y harta) carga de trabajo, aunque ya pronto escribiré algo más; es en serio.

Por lo pronto les aviso que Karime está por cumplir 5 años y que sus cien kilómetros ya se han convertido en mil.

Hey, ya casi me voy a dormir, pero se me ocurre que si alguien quiere que platique de algo en particular, ponga su comentario por favor (no importa que sea anónimo), y así tendré más cuerda para rato. Sé que con esto me arriesgo a que se evidencie el reducido número de lectores de mis weblogs (la popularidad nunca ha sido generosa conmigo), pero no importa, tomaré el riesgo; creo que mi auto-estima aún no llega a "niveles de reorden" y además en estos momentos me estoy tomando una dosis de "no-pasa-nada" que me recetaron. Adelante, escriban algo... ¡manifiéstense!

Hasta luego.

miércoles, 21 de febrero de 2007

¡Qué mala memoria!

Algo me está pasando, y no es algo muy bueno. Últimamente he sido víctima de una falta de memoria que ya está comenzando a preocuparme. Tan sólo el fin de semana pasado olvidé enviar unos archivos y activar un examen que horas antes había acordado (muy formalmente, eso sí) activar en cuanto llegara de regreso a la casa. Ya el año pasado me había ocurrido que olvidé dos fechas importantes y, para colmo de males, hoy en la mañana olvidé darle un beso de despedida a Esmeralda (pero al rato lo compenso ;-)). Soy todo un caso, no cabe duda.

Tengo un asistente personal digital (PDA), un Sony Cliè a colores que compré hace como 4 o 5 años. Lo compré precisamente porque mi memoria ya comenzaba a dar indicios de que no podía manejar ya tanta información. Me sirvió mucho, aunque últimamente ya no lo he usado porque ha estado fallando al momento de recargarse la batería... por cierto, ¿a alguien le interesa comprar un PDA en buen estado? :D.

Una amiga mía dice que mi falta de memoria es culpa de otro amigo suyo, un alemán que se llama Alz, pero espero que no sea así. Por lo pronto creo que debo ir dejando de tomar tanta Coca-Cola Light (hey, la "Zero" sabe muy bien), no vaya a resultar cierto que el aspartame provoca la pérdida de la memoria.

Pero, ¿qué me pasó?. De niño era famoso por mi buena memoria. A los 6 años podía memorizar dos o tres páginas de un escrito durante el fin de semana para recitarlo sin fallas el lunes durante la ceremonia de honores a la bandera. Memoricé muchas cosas que leía (de muchas aún me acuerdo, qué raro). Me sabía muchos chistes; recuerdo una noche que estábamos esperando el tren en la estación del pueblo de mi mamá (Unión Hidalgo, Oaxaca). Como era costumbre del ferrocarril mexicano en ese entonces, el tren venía demorado y ya llevábamos mucho tiempo esperando. Se me ocurrió que unos chistes vendrían bien a la ocasión y que comienzo ("agarro y empiezo"). Recuerdo a mi tío Juan Villalobos reír y reír durante 4 horas, las 4 horas que estuvimos esperando el tren que, por cierto, no llegó y tuvimos que regresarnos a su casa e intentarlo al día siguiente. A los 8 y 9 años estuve en concursos de oratoria (que no gané), y memorizaba todo... todo. Bueno, no todo. Por ejemplo, las tablas de multiplicar me las aprendí ¡hasta quinto año de primaria! (cuando debía sabérmelas desde segundo) y las fechas... ¡qué horrible! soy malísimo para las efemérides. Qué triste es mi caso.

Según Esmeralda, hay tres eventos cuyas fechas por ningún motivo debo olvidar:

  1. Nuestro aniversario de bodas y su cumpleaños (que son la misma fecha, gracias a Dios)
  2. Los cumpleaños de nuestros hijos, y...
  3. ...creo que lo olvidé. Oops, estoy en problemas. (¿Serán las fechas de pago de las tarjetas de crédito? No lo recuerdo).

Y así ha transcurrido mi vida, entre recuerdos y algunos olvidos. Por supuesto hay cosas inolvidables, pero aún así siento feo cuando alguien me dice: "¿te acuerdas de...?" y no me acuerdo. Quizá unas vitaminas no me vendrían nada mal; un amigo me recomendó unas vitaminas "buenísimas" (según él), pero no recordó el nombre. Así serán de buenas.

Lo que sí no olvido es un rostro. Puedo olvidar un nombre, pero nunca un rostro. En una ocasión me pasó algo muy gracioso. Estábamos en un centro comercial y vi a una pareja que iba caminando con un bebé como de un año de edad. Yo estaba segurísimo de haber visto a ese señor en algún lugar, pero no recordaba dónde. Soy de ese tipo de personas que se obsesionan con algo cuando no lo saben o no tienen la respuesta, y por varios días la imagen de ese señor estuvo en mi mente, tratando de recordar dónde lo había visto. Cerca de dos meses después de eso, como si fuera un "flashback" recordé dónde lo había visto: en una sala del hospital donde nació Karime, mientras esperábamos que nos llamaran para entrar a la cirugía de nuestras respectivas esposas. Su bebé nació unos minutos antes que Karime (lo llamaron a él primero y escuché cuando lloró su bebé). Qué bueno que lo recordé, porque esa mala memoria me tiene intranquilo.

Caray, de tanto escribir se me había olvidado que tenía que regresar temprano hoy a casa.

Hasta luego.

miércoles, 14 de febrero de 2007

..-. . .-.. .. -.-. .. -.. .- -.. . ...

Con todo el ajetreo de este día, muchos olvidaron (si es que acaso lo sabían) que no sólo era el día llamado "del amor y la amistad", sino también el día del telegrafista. En mala hora se les ocurrió hacer coincidir ambas celebraciones, pues prevalecería la más privilegiada por la mercadotecnia. En lo personal el día del telegrafista tiene más significado para mi, y no el consumista día del amor.

A mi no se me olvidó el día del telegrafista, y tengo al menos dos razones muy poderosas para recordarlo: mi papá y mi mamá. Mis papás fueron telegrafistas por muchos años, desde muy jóvenes, antes de retirarse para dedicarse a otras cosas. Ellos nos cuentan sus anécdotas, desde lo que tuvieron qué pasar y sufrir para aprender el código morse en sus respectivos pueblos natales, hasta que se conocieron en las oficinas de Telégrafos Nacionales, en la Ciudad de México y se casaron. El resto de su historia me tocó experimentarla. Mi papá me llevó en algunas ocasiones a la oficina de telégrafos donde trabajaba, donde también había algunas computadoras Siemens (la tecnología evolucionaba). Lamentablemente el oficio parece estarse extinguiendo con las tecnologías que han ido emergiendo, como los teléfonos celulares y el mismo Internet. Hoy le pregunté a mi papá: "¿y todavía te acuerdas del morse?" y me dijo que sí, que a veces lo practica para que no se le olvide.

Gracias a esos dos telegrafistas, mis hermanas y yo tuvimos una educación y no nos faltó nada. Por eso respeto mucho ese oficio, y admiro a mis papás. Desde este espacio les envío una felicitación en morse (porque, por si no se han dado cuenta, el título está en morse y si tienen curiosidad, dice: "felicidades").

.- -.. .. --- ... (adiós).

jueves, 8 de febrero de 2007

Yo no busco la felicidad

Casi es hora de salir de la oficina. Doy un último vistazo a mis cuentas de correo electrónico mientras escucho en la laptop unas canciones que un amigo me compartió y que ya no se consiguen porque ya no venden esos discos desde hace varios años. Cuando salga voy a subirme a mi automóvil (que, por cierto, estará a la venta en algunas semanas más) y a manejar 35 km hasta mi casa. Mis hijos muy probablemente aún no estarán dormidos, así que podré verlos, jugar futbol un rato con el más pequeño y platicar con mis hijas. Cuando se hayan dormido conversaré con mi esposa y haremos planes para este fin de semana. Tal vez alcance a ver un rato la televisión: Monk o Dr. House, no sé cuál pasan hoy. Nada extraordinario, pero todo importante.

Hace unos días fui con Esmeralda a ver la película "The pursuit of happyness" ("En busca de la felicidad"). Pocas películas me han conmovido como ésta. No la voy a contar, no se preocupen, al menos nada que no venga ya en una reseña. Mejor vayan a verla, la recomiendo. Lo que sí puedo compartir es que me hizo recordar una etapa de mi vida. Definitivamente no me pasó lo mismo que a Chris Gardner, pero estuve en una situación similar al encontrarme repentinamente sin empleo, con mi esposa y una hija pequeña, y esforzándome por entrar a trabajar a un lugar sin tener todos los conocimientos para desempeñar el puesto, pero con entusiasmo y muchas ganas de salir adelante. Hice todo lo que estuvo a mi alcance por demostrar que podría con el trabajo, que sólo necesitaba una oportunidad para demostrarlo. Me pasaba los fines de semana leyendo los manuales, y los demás días me dormía tarde por estar estudiando, con tal de no fallar. Esa determinación fue crucial, ahora lo entiendo, para conseguir lo que vino después. No tengo abundancia, pero vivo tranquilo (en lo que cabe, claro).

Estoy valorando todo lo que tengo, que me ha costado mucho esfuerzo conseguir. Recuerdo esos días cuando el dinero se me acababa y aún no conseguía el empleo, e iba a un examen, luego a otro, durante el proceso de evaluación para ver si me aceptaban, mientras mandaba un currículum tras otro a una empresa y a otra. Todo el esfuerzo ha valido la pena, no me quejo.

Por lo pronto me siento feliz. Tengo más de lo que había pensado (y no estoy hablando de cosas materiales, que de por sí tienen su importancia). Aún en esas noches cuando me desvelo estudiando me pongo a pensar y recuerdo que todo tiene recompensa, y lo hago con gusto. Dejo el libro, me asomo a la recámara, veo a mis hijos dormir tranquilos y pienso que no necesito buscar la felicidad... ahí está, durmiendo tranquila, soñando, e irá a la escuela mañana con sus mejillas rosadas.

Yo no busco la felicidad, pues vive en mi casa. ¿Qué más puedo pedir?

jueves, 1 de febrero de 2007

De aquí a cien kilómetros

"Te quiero mucho, de aquí a cien kilómetros... ¡y eso es mucho!"

Esta frase es la ocurrencia más reciente de mi hija Karime Kirey (4 años). Se lo dijo a mi hermana (tía Juli) este domingo cuando nos reunimos para comer. Me puse a pensar cómo, en su inocencia, ella trató de expresarle a su tía la magnitud de su cariño por ella.

Para Karime, cien kilómetros es mucho. Quizá para todos, especialmente si tuviéramos que recorrerlos a pie. El hecho es que Karime sabe que esa distancia es muy grande y que no se puede recorrer fácilmente (mis respetos para los corredores de maratón), quizá sólo en automóvil, y que seguramente a la mitad de ese recorrido ella ya estará dormida, y que esperará a que la despertemos al llegar. Para ella, eso es algo muy grande, y eso mismo quiso decir.

Posiblemente nosotros (hablo de quienes ya no somos niños) estamos ya tan acostumbrados a las cosas que vemos, que olvidamos la sencillez de una demostración de cariño, tal como lo hacen los niños. No es necesario que digamos, tal vez, una distancia muy grande (o inalcanzable) para comparar nuestro amor o cariño por otra persona, pero sí es necesario demostrarlo. Yo no me puedo quejar, mi familia me da muchas demostraciones de su amor y espero estar correspondiéndoles todos los días.

La pregunta es: ¿tomamos el tiempo para decirle a alguien, con sinceridad, cuánto le apreciamos? Yo quiero seguir el ejemplo de mi hija, y demostrarle a la gente que quiero que mis cien kilómetros son reales (y alcanzables) y que pueden estar seguros que los recorreré las veces que sean necesarias, porque son importantes para mi.

Por lo pronto, ya tengo mis cien kilómetros marcados en mi mapa, y los estoy recorriendo.

Hasta luego.

domingo, 21 de enero de 2007

Entre lo urgente y lo importante

Este fin de semana ha sido extenuante para mi. Regularmente mis fines de semana no son tan relajantes como lo son para la mayoría de las personas (y como yo quisiera que fueran). En mi caso termino repartiendo mi fin de semana entre dar cursos, hacer tareas, estudiar para algún examen, ir a la iglesia, pasear un rato con mi familia, comer juntos y ver alguna buena película; y aún me faltan cosas que quiero hacer pero que, dado el escaso tiempo libre que me queda, deberán esperar, como terminar de leer "Criptonomicón" de Neal Stephenson o tocar mi saxofón (a pesar de mis vecinos) que en las últimas semanas ya se debe haber oxidado por falta de uso. Sin embargo entre ayer y hoy he tenido que atender asuntos urgentes del trabajo y por lo tanto interrumpido (o de plano cancelado) algunas de mis actividades cotidianas de fin de semana (por cierto, qué silencio hay en la oficina los domingos por la noche... ojalá así fuera todos los días).

He estado pensando que casi siempre vivimos empeñados en atender asuntos urgentes y olvidamos aquellos que son realmente importantes. Es necesario tener un balance entre nuestras actividades, dedicando a cada una su justo tiempo. Algo importante para mi es el tiempo que le dedico a mi familia: a mi esposa y a mis hijos; sin embargo he tenido que sacrificarlo algunas veces y me pregunto: ¿realmente estoy haciendo lo correcto reemplazando las cosas importantes por las cosas urgentes? No me atrevo a responderme.

Voy a tratar de encontrar el equilibro entre hacer las cosas que debo hacer y hacer las cosas que quiero hacer, y que no se vuelva una competencia entre ellas. Puede ser que eso implique cambiar algunas cosas, como ciertos hábitos, o incluso de actividades, pero pienso que vale la pena disfrutar cada día que vivimos, para crecer como personas con un propósito, y no hacer las cosas sólo por hacerlas o porque tenemos qué hacerlas sin siquiera disfrutarlas.

Hay un tiempo para todo, tiempo para lo urgente y tiempo para lo importante.

Hasta luego.

lunes, 15 de enero de 2007

Es hora de un buen café

"No tengo tiempo para escribir, mucho menos en un weblog..."

Y aquí estoy, escribiendo mi primer entrada de mi recién estrenado weblog -de acuerdo, lo llamaré blog. Es que el deseo de escribir y de compartir experiencias se vuelve incontenible, a veces insoportable, y es por esa extraña necesidad que tiene el ser humano de trascender y hacerse notar que he decidido comenzar a escribir en este espacio, donde las relaciones interpersonales y la exposición de ideas adquieren una relevancia tal que se corre el riesgo (si es que puede llamársele así) de enfrascarse en una lucha constante entre el cumplimiento de los deberes regulares, la lectura de los demás blogs y el mantenimiento del propio.

Así que procuraré darme tiempo para escribir. Quizá tendré sólo unos pocos lectores, o sólo sea yo, o tal vez me lleve la sorpresa de descubrir que muchos leen lo que escribo (no, mejor no me hago ilusiones, así duele menos...), de cualquier manera espero hacerlo. Posiblemente después de unas 51,966 entradas de blog (0xCAFE) haga un recuento, o mejor antes porque 0xCAFE (51,966) es un número muy pretencioso.

Por cierto, no me presenté, ¡qué descuidado soy! Me llamo Romeo Sánchez, consultor de informática, músico desde mi adolescencia, dibujante aficionado, lector asiduo de cualquier cosa, ansioso por aprender, apasionado por enseñar y otras cosas más. Luego les platico.

Por el momento es todo, no quiero tomar siempre un tono solemne, en realidad soy más relajado para conversar; pero como en todo, el primer encuentro tiende a ser formal; después con más confianza nos tomaremos un café y hablaremos como amigos que se conocen desde siempre y que no procuran guardar las apariencias. Creo que es hora de un buen café, ¿no creen?